Nada genera mayor efecto de caos económico con profundas repercusiones sociales que la pérdida de confianza en nuestro sistema financiero. Su solidez y respetabilidad son indispensables para el desarrollo de la actividad productiva de un país y de ella depende que el ahorro privado se deposite y circule normalmente, alimentando todos los vasos comunicantes de la economía. Quizás es esta una de las áreas en las que el Estado debe intervenir con mayor atención y cuidado, evitando un desbordamiento de las fuerzas económicas actuantes y creando unos marcos de referencia, comportamiento y control. Finalmente a él le corresponde evitar abusos, corrupción y elusiones a la ley que terminen por socavar la confianza pública en el sistema. (…)
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