La vida, esta vida parva que escribiera bellamente Porfirio Barba Jacob, no nos da sus mieles sino con cierto ritmo y en cierta proporción nos otorga, empero, a los simples mortales como yo, gozos espirituales tan exquisitos como, por ejemplo, éste que me brinda la posibilidad de conversar con tantos y tan queridos amigos colegas y discípulos en tomo a los problemas siempre interesantes de las relaciones entre la ética y el proceso, sobre todo el proceso penal. (…)
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