la escritura de Elizondo, particularmente en Farabeuf, constituye un experimento para abandonar el canon y acariciar atisbos de lo continuo y lo mudable, pues no hay límites reales en ella, es decir, conforma una visión prismática que envuelve al observador en un desfile interminable de sensaciones, así alcanza un carácter vivencial, una experiencia latente en cada rincón de la narración.
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