Poco queda ya de aquél Mariano Rajoy que hace seis meses reconocía tener la agenda “muy libre” porque carecía de los votos necesarios para intentar formar Gobierno. Ha cambiado de estrategia, de prioridades y hasta de interlocutores para tratar de lograr lo que todavía parece imposible; ser investido presidente a falta de apoyos claros. Esos cambios implican renuncias, como la estabilidad del Ejecutivo que estaría dispuesto a dirigir en minoría, la defensa de una autonomía sujeta ahora a los acuerdos o la firmeza frente a los nacionalistas a los que corteja sin disimulo. El presidente en funciones está haciendo todo lo que está en su mano para continuar en La Moncloa en una legislatura que, de ser, será tan ardua e impredecible como lo están siendo unas negociaciones en las que el líder popular de la mayoría absoluta de 2011 está mudando de piel.
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