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Resumen de Los valores permanentes del pensamiento urbano de Fisac: "La molécula urbana"

Nuño Mardones Fernández de Valderrama

  • Aunque siempre mencionó el urbanismo como una de sus grandes batallas perdidas, Miguel Fisac formuló en La molécula urbana algunos principios esenciales para el desarrollo de la disciplina urbana, cuestiones que, en la actualidad, aún no han sido superadas por la teoría y la práctica urbana.

    En este libro identifica de un modo rotundo, apasionado, los principales males que azotan al urbanismo contemporáneo: la concepción de la ciudad como negocio, como especulación; la destrucción del campo en favor de grandes urbes; o la incapacidad de hacer frente a los profundos y rápidos cambios que ofrece la tecnología. Es evidente que estos problemas no han hecho más que agravarse en los últimos cincuenta años y que la situación urbana descrita por Fisac es aún más acuciante si cabe.

    Como el propio Fisac afirma: "El problema ni es sencillo ni, por supuesto, debe llevarnos a una solución única formalista y rígida"1. Es precisamente en esta frase donde se cifra la clave de su pensamiento y donde podemos encontrar su principal enseñanza: los modelos formales deben ser un medio pero nunca un fin. La práctica urbana española, superada por la vorágine del desarrollo inmobiliario, ha creado instrumentos urbanísticos que simplemente se han limitado a dar respuestas formales a este mercado, sin preguntarse por la idea de ciudad que debía proponerse, ni por tanto que ciudad había que construir.

    Para ello identifica tres elementos imprescindibles en la configuración de toda ciudad: la convivencia, el trabajo y la agricultura, o de otra manera, lo social, lo económico y lo natural. En especial defiende el concepto de la convivencia, de la relación humana a distintas escalas, como la pieza estructurante de la ordenación urbana. El trabajo aparece como elemento integrador de las diferentes clases sociales en la medida en que ofrece oportunidades. Y, por último, la defensa de la agricultura implica un equilibrio y diferenciación entre ciudad y campo, un objetivo que hoy podríamos asimilar a la sostenibilidad.

    De este modo los avances tecnológicos y los medios de transporte quedan relegados a su papel de herramientas para la consecución de la convivencia, sin el protagonismo que en su época -y aún hoy- se le atribuye en demasiadas ocasiones. Para Fisac la velocidad con que cambian, exige entenderlos como elementos temporales y, por tanto mutables.

    Estas reflexiones sobre la verdadera naturaleza de la ciudad terminan plasmándose en un modelo que denomina molécula urbana. Pero es precisamente este intento de establecer una unidad regional completa e indivisible, el aspecto más cuestionable de su pensamiento. De manera un tanto ingenua, o quizá especialmente provocadora, trata de exportar un modelo ideal a una realidad que como él mismo afirma es compleja, cambiante y heterogénea.

    En definitiva el principal valor de este pensamiento reside en la capacidad de Fisac de buscar y encontrar aquellos valores permanentes y constantes de la configuración de la ciudad, que traspasan los límites de la temporalidad, y que miran hacia el futuro, sin tratar de ofrecer una respuesta concreta al momento dado.

    Palabras clave: Miguel Fisac, molécula urbana, pensamiento urbano, urbanismo.


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