A partir del descubrimiento de los rayos X se generó una fiebre de nuevos experimentos destinados a develar las propiedades de los misteriosos rayos. En particular, se especuló durante un tiempo con las potenciales propiedades curativas de los mismos. Dos meses después del descubrimiento se realizó la primera aplicación terapéutica de rayos X en un paciente de cáncer, y en 1899 se anunciaba en Estocolmo la primera cura de un tumor maligno utilizando los rayos. Este hecho marcó el nacimiento de una actividad que pronto se fue diferenciando de la radiología de diagnóstico y que se desarrolló y maduró durante el transcurso del siglo XX: la radioterapia.
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