La sociedad enfrenta actualmente un evento interesante: la democracia y la laicidad van perneando sus raíces más profundas. En cada continente existen matices más o menos diversos, pero en el fondo el asunto tiene ese denominador común. En un contexto de democracia y laicidad, la religión para muchos ha pasado de moda, ni las familias, ni los padres de las nuevas generaciones deben pronunciarse. Para otros estudiosos, como el autor del presente artículo, la situación enunciada representa un escenario propicio para entablar un diálogo constructivo entre familia, educación, estado, política, laicidad, democracia... Un entorno así posee muchas luces y sombras, pero a su vez se erige como un reto capaz de generar procesos formativos dinámicos y creativos.
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