Es una idea generalizada que la traducción literaria es, por definición, una pobre versión del original. Por otra parte, sigue vigente la idea de que la equivalencia es el criterio decisivo a la hora de evaluar y juzgar las traducciones literarias. Este artículo defiende la tesis de que la equivalencia es una falacia y propone otro enfoque. Traducir es, en realidad, escribir. O para ser más específico: traducir es escribir con dos voces, la del escritor y la del mismo traductor. Así, el traductor finge la voz del escritor y miente el original, convirtiendo la traducción literaria en el discurso literario por antonomasia: así como el texto original, la traducción literaria finge la realidad pero, además, finge el original.
It is widely believed that a literary translation is by definition a poor version of the original. On the other hand, the idea that equivalence is the decisive criterion when evaluating and judging literary translations is also very persistent. This article defends the thesis that equivalence is a fallacy and proposes another perspective. Translation is, actually, writing. Or to be more specific: translation is writing with two voices, the writer's voice and the translator's own voice. In fact, the translator belies the original, making literary translations the literary discourse par excellence: besides belying reality, just like every literary text does, a literary translation belies the original text.
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