Javier Tirapu Ustárroz, Fernando Goñi
Introducción. La conciencia es el resultado de una serie de procesos neurobiológicos en el cerebro y a su vez es un rasgo del nivel de su complejidad. En realidad, el estar y el ser consciente nos sitúan ante lo que Chalmers ha denominado el ‘problema blando’ y el ‘problema duro’ de la conciencia. El primero hace referencia a aspectos como la vigilia, la atención o el conocimiento, y el segundo a conceptos tan complejos como autoconciencia, ‘yo neural’ o cognición social. En este sentido se puede afirmar que el concepto de conciencia como algo unitario plantea problemas de acercamiento a una realidad sumamente compleja. Desarrollo. Planteamos los principales modelos que desde una perspectiva neurocientífica han abordado el tema de la conciencia. Por un lado, los modelos de experiencia consciente de Crick, Edelman y Tononi, y Llinàs, y por otro, los modelos y las bases neuronales de la autoconciencia de autores como Damasio (conciencia central y extendida), Tulving (conciencia autonoética, noética y cronestesia), el problema de los qualia (Dennett, Popper, Ramachandran) y el modelo de los cógnitos (Fuster). Conclusiones. Todos los estímulos que recibimos del mundo externo y de nuestro mundo interno son convertidos y tratados por el cerebro para integrarlos y que formen parte de nuestra identidad. Desde la percepción de un perro y reconocerlo como tal hasta la comprensión de la propia conciencia responden al funcionamiento de estructuras cerebrales, neuronas y sinapsis. Ahora bien, los procesos más complejos de la conciencia, como la autoconciencia o la empatía, son probablemente procesos emergentes del cerebro.
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