En el presente artículo se intenta poner de relieve cómo la comprensión levinasiana del tiempo contribuye a la recuperación del valor y del sentido del instante presente, el cual ha sido menospreciado hasta nuestros días en gran parte de la tradición filosófica en tanto concebido a partir del tiempo, pensado este último como duración. Se trata así pues de pensar el sentido propio del instante en sí mismo, en cuanto momento presente, independientemente del sentido funcional que se le asigna como parte de un conjunto –la duración– que lo abarca y en el que se absorbe. Se tratará por lo tanto de imaginar otras metáforas para explicar el acaecer temporal, distintas de la del punto, de la línea o de la del flujo del devenir; metáforas a partir de las cuales el tiempo ha sido siempre comprendido como un continuo homogéneo.
Estas representaciones abstractas del tiempo presentan un orden que reúne los instantes, pero carecen de la noción de un instante central: ese instante por excelencia que es el presente
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