En la época victoriana, el que un cirujano llevara un uniforme manchado de sangre era un gran orgullo porque servía para demostrar la experiencia médica – cuanto más sucio, más intervenciones había realizado. Ahora nos estremece la idea de un examen clínico paciente tras paciente con ropa sucia por la seguridad de transferencia de la infección y la enfermedad de uno a otro. Además de arcaico, esto es extremadamente peligroso.
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