Hace tiempo que rebasó la edad canónica, pero el marinero del asfalto continúa empeñado en retratar a sus amigos, en emprender cada día la ruta al corazón de las tinieblas y, sobre todo, de hacer bueno el tatuaje de su que anuncia "pura vida". El cuartel de García-Alix está lleno de cuero, páginas de Conrad y Celine, y las que él mismo editó a sus copilotos de viaje. Y esta lleno de fotos. Su cabeza está plagada de motos, mujeres y drogas: "todo me ha dado mucho, nada me ha quitado"
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