El pensamiento dominante nos hace aceptar como imposible una economía sin crecimiento que no aprovecha masivamente los recursos naturales. Se repite que, para lograr el progreso, la única vía es el crecimiento económico, el cual exige a un grupo de países extraer cada vez mayores volúmenes de recursos naturales para sostener la creciente demanda de otros países. Al mismo tiempo, ese esfuerzo, apalancado en un creciente extractivismo, aseguraría los ingresos para que el sur global –clásico proveedor de tales productos– supere su “subdesarrollo”. Sin embargo, como se analiza en este artículo, preparado a partir de reflexiones e investigaciones académicas del autor y desde su directa experiencia en diversas funciones en el mundo de las actividades extractivistas, la realidad nos exige superar esas visiones no solo por razones ecológicas y sociales, sino inclusive económicas. Por eso, en este texto se abordan las principales limitaciones (patologías) de los extractivismos. Luego se proponen algunos elementos que sirven para pensar en alternativas alrededor de dos tendencias que comienzan a cobrar creciente fuerza en el debate internacional: decrecimiento y post-extractivismo, buscando, simultáneamente, nuevos horizontes civilizatorios, como el Buen Vivir.
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