Los realistas de izquierda estaban de acuerdo en que el delito es realmente un problema. Que más allá que ello requiere de análisis y críticas sobre el Estado y sus instituciones, así como de la sociedad y de los medios de comunicación (pues la reacción institucional y social, tamabién es un problema), no deberían olvidarse los recursos explicativos sobre la situación de las víctimas y también de los denominados “delincuentes” (quienes no son “Robin Hood”, como gráficamente lo expresó el propio Jock Young). Para el realismo de izquierda, y su plan de inclusión y pacificación, es necesario recuperar herramientas que reduzcan la materialidad del delito, también utilizando las instituciones del sistema penal. Particularmente la policía, que ya no es vista solo como un aparato represivo sino también como un aliado creíble y demandado por esos sectores perjudicados doblemente: por la ausencia de Estado y por el delito. Ello sobre todo es necesario para impedir la manipulación de la derecha criminológica que se ofrece como defensora de las víctimas y de la “ley y orden”. Para esa ingente tarea fue necesario darle una vuelta a la misma criminología crítica, y eso es lo que produjeron esos autores hace ya unos treinta años.
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