Una lectura positiva del Ser en el sentido levinasiano es lo mismo que abrir el espacio para preguntar por un sentido ético del Hay. Esta posibilidad se puede contemplar si pasamos de la designación negativa de la poesía, cuya función parece limitarse a denunciar y deshacer la totalidad a la que somete la ontología experimentando la noche y el horror, a su anunciación de una tierra inhabitable y cuya única ruptura radica en un decir más allá del habla de lo neutro. Para esto, la poesía debe ella misma salir hacia la intemperie, recorrer el camino mismo del arte, hacia el encuentro con el otro.
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