Espío en puntas de pie sobre la tapa del water, encaramada a la banderola, apoyando el pómulo izquierdo en el ángulo del marco de madera y la ventana con el vidrio esmerilado, inclinada hacia mí. Intento contener la respiración, y dejo que sólo ruede hacia el mundo un hilo de aire, el indispensable, tan liviano que mi pecho está casi suspendido, así de desairado, tieso como el torso de un sonámbulo que avanza con los brazos extendidos y los párpados temblando. Ah, la concentración. Qué física se pone. Antonio se asoma.
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