En 1958, Eduardo Ramírez-Villamizar realiza la obra de arte público más ambiciosa de Colombia hasta el momento:
El Dorado, moderno mural monumental que se instalaría en el igualmente moderno rascacielos del Banco de Bogotá. El presente ensayo es un primer esfuerzo por estudiar en detalle este mural y discutir en profundidad la manera como el artista integra motivos precolombinos en el lenguaje internacional de la abstracción geométrica y las implicaciones de esta yuxtaposición en su programa estético, considerando El Dorado como la institucionalización de la abstracción geométrica como símbolo de modernidad y progreso en el arte colombiano, al mismo tiempo que revive tradiciones artísticas locales.
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