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Enfermedad de Alzheimer

  • Localización: Panorama actual del medicamento, ISSN 0210-1394, Vol. 40, Nº. 396, 2016, págs. 757-786
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • La enfermedad de Alzheimer es, como el resto de las demencias, una enfermedad propia de las edades avanzadas de la vida, aunque hay formas precoces que comienzan entre los 50 y los 60 años o incluso antes, aunque muy raramente. Comienza con trastornos de la memoria que son importantes funcionalmente ya desde fases muy incipientes, interfiriendo con las actividades diarias. Al principio, la pérdida se refiere, sobre todo, a hechos recientes, pero poco a poco deja de recordar hacia atrás (amnesia retrógrada) todo cuanto se refiere a sí mismo, su edad, dónde vive, etc. En las fases finales se pierde, incluso, el recuerdo de los seres más queridos y próximos. La demencia afecta actualmente a más de 47 millones de personas en todo el mundo, un 60% de las cuales viven en países de ingresos bajos y medianos. Se espera que esta cifra, debido al envejecimiento de la población, se triplique para 2050; el 70% de los cuadros de demencia corresponde a la enfermedad de Alzheimer. Existen entre 600.000 y 1.500.000 pacientes con demencia en España – entre los cuales entre 500.000 y 800.000 tendrían enfermedad de Alzheimer – siendo 1,5 veces mayor la prevalencia entre las mujeres que entre los varones. El coste estimado por paciente con demencia en España fue de 29.182 € en 2014, de los que solo el 18,3% corresponde a gastos sanitarios directos.

      Hoy en día, a las demencias degenerativas son consideradas como proteinopatías; la patogénesis de la enfermedad de Alzheimer ha sido asociada con la presencia de agregados extracelulares de β-amiloide que forman placas neuríticas, así como de agregados intracelulares, probablemente debido a alteraciones de los mecanismos de su generación y/o de eliminación. La enfermedad de Alzheimer típica tiene una duración media entre 8 y 12 años e inevitablemente finaliza con la muerte del paciente, aunque hay formas evolutivas muy rápidas, con una duración inferior a 4 años, algo que sucede hasta un 9% de los casos. Por el momento no existe ningún tratamiento curativo para las demencias primarias degenerativas, incluida la enfermedad de Alzheimer; ni tan siquiera se puede frenar la evolución de la enfermedad de forma sustancial, aunque algunos tratamientos están empezando a mostrar un leve efecto retardador de dicha evolución. Además de enlentecer la progresión del deterioro cognitivo, los objetivos globales del tratamiento de una demencia consisten en controlar adecuadamente los síntomas psicológicos y conductuales; prevenir o controlar las patologías asociadas (comórbidas), retrasar al máximo la pérdida de capacidad funcional del paciente y, en no menor medida, realizar un apoyo activo al cuidador e incluso llevar a cabo adecuado asesoramiento en aspectos médico-legales. Para ello, se utilizan de forma complementaria dos tipos de intervenciones, farmacológicas y no farmacológicas.

      La observación de que sistema colinérgico juega un importante papel en la memoria condujo a la introducción en terapéutica, a finales de los años noventa del siglo pasado, de los inhibidores de la acetilcolinesterasa para el tratamiento sintomático de la enfermedad de Alzheimer. Por otro lado, la hiperfunción glutamatérgica que compensa la hipofunción colinérgica conlleva un efecto tóxico para el tejido nervioso; de ahí surgió la idea de emplear antagonistas de los receptores de ácido glutámico para inhibir la neurotransmisión excitatoria. Pero, además de los síntomas cognitivos de las demencias, es preciso hacer frente a un amplio conjunto de síntomas psicológicos en los pacientes; para ello, es preciso recurrir a un amplio abanico de psicofármacos, tales como ansiolíticos, antidepresivos, antipsicóticos, estabilizadores del ánimo, etc. La vía que más expectativas levanta en el tratamiento futuro de la enfermedad de Alzheimer es la inmunoterapia; sin embargo, el desarrollo de una inmunización activa (inducción de anticuerpos propios) o pasiva (administración externa de anticuerpos selectivos) contra el β-amiloide y la proteína tau se encuentra todavía en fase de desarrollo. El farmacéutico, como agente de salud, tiene el múltiple cometido de participar activamente tanto en la detección precoz como en el proceso terapéutico del paciente y, no menos importante que lo anterior, en la atención que los cuidadores de estos pacientes precisan.


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