Cuando Federico II ascendió al trono de Prusia en 1740 tenía 28 años –joven tanto en términos de preparación como de experiencia–, y estaba convencido de que cualquier signo de debilidad que pudiera mostrar marcaría el inicio de su caída. Para impedirlo concluyó que la mejor respuesta era proyectar una imagen de pericia: presentarse como un hombre resolutivo. En la imagen, El Leib-Grenadier-Garde Battalion en la batalla de Hohenfriedberg, 1745, de Carl Röchling.
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