La catástrofe se instaló el 2 de abril de 2013 en la ciudad de La Plata con el agua como hecho inmenso, invasivo, imperdonable… pura condición natural desplegada en su magnificente posibilidad de ser. Pero el acontecimiento hoy, narrado y tejido en el espesor social, cultural e histórico, requiere su tratamiento. Para no dejar que la experiencia individual y social se pierda en alguna hendidura del tiempo, de manera que lo narrado se vuelva queja obturadora, o melancólica figura de lo perdido. Quisiera aportar algunos ejes de reflexión, creo, necesarios de ser trabajados con los aportes de los enfoques de la pedagogía y de la comunicación.
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