El bosque francés, que recubre cerca de una tercera parte del territorio, constituye un fabuloso tesoro. Pero hay gran diferencia entre el árbol en bruto y la madera trabajada: a falta de una política industrial concertada, la silvicultura ha pasado al segundo puesto del déficit comercial, sumergida en un sector saqueado entre materias primas vendidas en el extranjero, aserraderos en liquidación y tímidos intentos de recuperación.
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