El taxidermista, con la habilidad propia de su arte emplea el escalpelo como herramienta que le permite retirar íntegra la piel del animal o bien vaciar cuidadosamente a éste de sus vísceras y órganos. Así, es posible conservarlos muertos, pero con la apariencia de vivos; una evidencia física pero a la vez simbólica del animal disecado.
El arquitecto como taxidermista opera en el patrimonio con la habilidad de la restauración, complejos estudios históricos, ejercicios constructivos y de composición que permiten restituir al edificio la apariencia original del edificio.
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