Francisco Javier Navarro de Pablos
El espacio público es uno de los ventrículos de la ciudad. Como parte inherente de la sociedad, evoluciona siguiendo el ritmo que el comportamiento colectivo va dictando, formándose una relación de dependencia vital. En multitud de casos a lo largo de la historia y espacio, la plaza, ese ágora social, ha sido vía de escape para reivindicaciones y manifestaciones sociales, políticas y culturales. Siendo un fenómeno en alza se antoja innegable la necesidad de analizar qué parámetros urbanos, espaciales, arquitectónicos y socieconómicos perfilan el contexto de las reivindicaciones y su relación con estos “lugares-altavoz”. La concentración de estos movimientos en los centros urbanos e históricos de las ciudades configura uno de los retos más importantes que tienen ante sí las administraciones públicas. Desde la Plaza de Mayo de Buenos Aires y sus madres o las fugaces pero cruciales protestas en la Plaza de Tian'anmen, destaca el paradigmático movimiento surgido en Estambul en torno al Parque Gezi y su anexa Plaza Taksim, que encarna el primer manifiesto ecologista contra un modelo de patrimonio desfasado y autoritario. La ciudadanía es consciente de la existencia de un patrimonio ecológico en peligro y cree en su capacidad de intervenir como actriz principal del proceso.
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