El 16 de agosto de 1860, un empleado de la Hacienda pública colombiana que administraba una salina advirtió a sus superiores, en Tunja y Boyacá, sobre una agitación ocurrida cerca de su sitio de trabajo, en un pueblo encaramado a Ínitad de camino entre las traicioneras pendientes de la cordillera del nororiente de Boyacá y los llanos de Casanare.
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