Los estadios de fútbol han sido uno de esos ámbitos donde los aficionados se han sentido libres para usar una amplia panoplia de expresiones malsonantes, despreciativas o directamente vejatorias dirigidas al árbitro, a los jugadores del equipo rival -o propio-, y por supuesto, también a los aficionados o habitantes de donde procediera el club contra el que se disputara el partido. Pero esto está cambiando. Las autoridades deportivas, no sin falta de razón, entienden que sea por su conexión con la violencia física o bien, porque algunas de tales expresiones son por sí mismas injuriosas, racistas, xenófobas o suponen un menosprecio o insulto, deben ser prohibidas y perseguidos sus autores. Pero hay algunos problemas lingüísticos en su persecución.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados