Hombres y mujeres de un tiempo de crisis, los primeros cínicos representaron un verdadero desafío para sus contemporáneos. Radicalmente opuestos a los modos de vida y de pensamiento imperantes, lejos de apartarse en un retiro indiferente, se mantuvieron conscientemente en el interior de la sociedad de su tiempo. Lo hicieron ante todo como el mejor modo de realizar el cinismo por ellos descubierto, a través del desaprendizaje y desembarazo de todo aquello que está en el origen de la esclavitud y desdicha reales del individuo, y como el mejor modo de confirmar las claves de la verdadera libertad y felicidad. En ese contexto hostil es donde, como atletas y soldados de la filosofía, se entrenaron y combatieron cotidiana y públicamente, con el objetivo de convertirse en seres autosuficientes, libres y felices. Antístenes, Diógenes, Crates, Metrocles y su hermana Hiparquia (esposa de Crates) representaron por excelencia ese lado más decididamente heroico y desafiante del cinismo antiguo. Poco después otros, como Menipo o Bion, prosiguieron este desafío en el mundo helenístico, aunque quizá en su caso se tradujo más en críticas y sátiras literarias que en un compromiso real de vida. Sin embargo, será sobre todo en época imperial cuando proliferará la figura del falso cínico vulgar, que ocultaba los vicios del parásito bajo la apariencia y la indumentaria del filósofo.
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