Durante los Juegos Olímpicos de Sídney, en el año 2000, Australia celebró con júbilo la reconciliación nacional entre aborígenes y descendientes de migrantes europeos. La ceremonia de apertura puso en escena la historia de su pueblo primigenio y la atleta Cathy Freeman, de origen aborigen, encendió la llama olímpica. Diecisiete años más tarde, la cuestión del derecho a la tierra y de la deuda colonial vuelve a levantar ampollas entre la sociedad.
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