El 9 de febrero de 1950, en el momento más intenso de la Guerra Fría, un senador republicano todavía en la sombra vociferaba: "Tengo en mis manos la lista de 205 personas de las cuales el secretario de Estado sabe que son miembros del Partido Comunista y que, sin embargo, deciden la política del Departamento de Estado". Joseph McCarthy acababa de entrar en la historia de Estados Unidos por la puerta de la infamia. Su lista no existía, pero la ola de histeria anticomunista y de purgas que vino a continuación sí fue muy real. Destrozó la existencia de miles de estadounidenses.
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