Confirma que la línea que separa al periodismo de la literatura es muy sutil. Considera que lo malo del folletín y la telenovela es el tratamiento literario y el melodramatismo demagógico. Cree que los latinoamericanos somos la clase media del mundo desigualmente desarrollada, con ese sentimiento de querer vivir por encima de nuestras posibilidades y andar siempre insatisfechos. En relación a las computadoras cree que le han puesto demasiada música, cuando solo son máquinas de escribir que facilitan el trabajo, no le dan haciendo.
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