Las comidas de Jesús son un lugar primordial en el evangelio de Lucas en el que Jesús realiza su ministerio de la misericordia. El encuentro de Jesús con una mujer pecadora en la casa de Simón el fariseo (Lc 7,36-50) manifiesta el amor que le lleva a aquella mujer a lavar los pies de Jesús con sus lágrimas, ungir sus pies y secarlos con sus cabellos. El perdón de sus pecados es el fruto de reconocimiento de que Jesús está dispuesto a agacharse hasta el nivel de nuestra humanidad pecadora y abrazarla. Aunque la misericordia de Jesús se extiende, ciertamente, a publicanos y pecadores, también es accesible a los que se consideran a sí mismos justos, como Simón el fariseo, cuya respuesta al encuentro de Jesús es un final abierto.
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