El presente artículo sobre la naturaleza de la formación docente tiene como propósito exponer y analizar reflexivamente las deficiencias en el desempeño de la práctica pedagógica en las aulas en las que los resultados esperados no responden a las demandas sociales actuales, la pretendida educación integral que deben recibir los educandos sólo quedan en las buenas intenciones, los programas de formación continua que se ejecutan para mejorar la calidad de la educación terminan siendo un discurso académico en los denominados talleres de capacitación y las especializaciones ofrecidas a través de becas de maestrías o estudios de doctorados terminan en metas personales de los usuarios. En estas circunstancias de la realidad educativa todo queda en buenas intenciones. Sin embargo, no se da mayores prioridades a la formación inicial del docente en las instituciones donde se forman, siendo esto el punto de partida para cambiar la calidad e integridad de la educación. Necesitamos una educación integral para nuestros niños y jóvenes, pero quienes asumimos la formación integral de los educandos ¿estamos formados integralmente? Nuestra formación está centrado sólo en el entrenamiento para el cumplimiento de las funciones que les espera a través del perfil profesional quedando olvidado el desarrollo del perfil humano que requiere el trabajo bajo las relaciones epistemológicas sujeto – sujeto que es propia de la educación integral.
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