La secuencia de imágenes nace de la conversión en puntos de una fotografía en blanco y negro que me realizó el artista Antón Sobral. Fue muy sugerente profundizar en la concepción de retrato y autorretrato desde un punto de vista psicológico, conceptual y visual, con origen en las variaciones de ordenamiento de los pequeños fragmentos a los que fue reducida la fotografía. Las imágenes se originan con un revelado analógico en blanco y negro sobre papel de sales de plata, y recortada en un número indeterminado de trozos circulares. Las diferentes acumulaciones de los pequeños puntos, al volver a ser fotografiados, refractan la luz, debido al recubrimiento de sales de plata, según sean la iluminación y el ángulo de inclinación de los papeles, lo que produce la descomposición del espectro visible convirtiendo la imagen-origen en blanco y negro en otra donde abundan los matices de color. Con las imágenes se incluyen una serie de textos, que son recogidos de otros textos y que algunos de ellos remiten, además, a otros textos o autores, aunque no tienen la función, en absoluto, de ser citas o explicaciones. Simplemente son ángulos de interpretación o acotamientos de terrenos o sugerencias de lectura. Poseen entidad de elementos individuales, recogidos de un libro individual y concreto y no referenciados como bibliografía genérica. La función de la serie de imágenes propuesta es abrir y definir el retrato/autorretrato como la imagen mental conformada por la figuración ideal de todas las posibles imágenes producidas o por realizar, según la misma sistemática de acumulación de fracturas. Planteamos si la obra puede considerarse como autorretrato, puesto que tiene autoría personal y está referida a la visión que tiene el autor de sí mismo, o como retrato porque parte de una imagen analógica captada por otro artista, lo que incluye, su propia versión personal. Subyace en el trabajo el sentido de la identidad del sujeto. La identidad personal ya no será física o temporal, real o histórica, ni siquiera biográfica, sino que será mental, figurada o imaginada, concluyendo en una disolución aparente del yo. El esfuerzo de reconstrucción del yo o mejor, de creación consciente del yo, se ve perturbado o completado, según se determine, por la irrupción de otros autores y pensadores, diversos en sus concepciones vitales, a través de sus propios textos desgajados y descontextualizados de la narrativa donde ellos la incluyeron. Son reordenados entre sí por voluntad del autor y serán desnaturalizados como textos al ser tratados como imagen. Los fragmentos fortuitos e inciertos, su final e inconclusa imagen mental y necesariamente disruptiva del yo, se aúnan con las imágenes de los textos inconexos de otros pensadores, conformando la obra final. Es entonces cuando el autor/artista adquiere sentido.Jesús Pastor
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