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Carta de Europa : Las tribulaciones de la UE con la crisis de refugiados

  • Autores: Josef Janning
  • Localización: Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 30, Nº 170, 2016, págs. 14-19
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • Solidaridad, integración, valores, sociedades abiertas� Son muchos los conceptos básicos del proyecto europeo que han quedado vacíos ante la crisis de refugiados. ¿Cómo recomponer la Unión? La crisis de refugiados ha cambiado las reglas de juego en los asuntos europeos. No solo ha agotado algunas suposiciones largamente aceptadas, como la habilidad de los europeos para controlar las externalidades de los conflictos que se producen en su amplio vecindario. También ha desmitificado la creencia de Europa en las sociedades abiertas, en la convergencia de las normas y valores democráticos desde Portugal hasta Estonia, o la convicción de la existencia de solidaridad entre los miembros de la Unión Europea.

      Y lo que es más importante, la crisis actual destaca tres cambios estructurales en la creación de la política europea: primero, el liderazgo político en la UE, en particular el papel de Alemania; segundo, la división principal entre los Estados miembros; y tercero, el gran acuerdo político de la UE, por ejemplo, el cimiento principal de la solidaridad en Europa. Uno podría argumentar si la crisis ha producido estos cambios o ha sido un catalizador de cambios tectónicos que ya habían comenzado.

      Cualquiera que sea la respuesta, merece la pena destacar que el efecto a larga escala que tiene la migración en Europa se ha extendido más allá de los desafíos originales. Se ha argumentado que la base del problema es la absorción de menos del 1% de la población de la UE. El efecto en el sistema político de Europa es mucho mayor, y se incrementará sistemáticamente. Después de todo, el caso griego representó menos del 3% de la economía de la UE y pudo haber amenazado la política monetaria y la integridad de la zona euro.

      Adiós al "momento unipolar" de Alemania Hasta hace poco, Alemania parecía emerger más fortalecida tras cada crisis, parafraseando a la canciller Angela Merkel cuando se refería a Europa. Sin embargo, en el último trimestre de 2015 la autoridad europea de Merkel se ha debilitado visiblemente porque Alemania no ha sido capaz de asegurar en toda la UE el cumplimiento de las decisiones sobre refugiados que tanto ha promovido. Pocos Estados miembros se opusieron abiertamente a las propuestas de la Comisión Europea sobre relocalización de refugiados, centros de recepción o el fortalecimiento de Frontex; todas medidas fuertemente apoyadas por Berlín. Más aún, un número mayor demostró muy poco interés en cambiar la implementación de las decisiones colectivas.

      El apoyo a Merkel en este asunto ha comenzado a derrumbarse, ya sea por una cuestión de contenido o de enfoque. En concreto, el grupo de apoyos a Alemania estaba limitado a Suecia, Austria, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y la presidencia de la UE a cargo de Luxemburgo. Al principio de 2016, siguiendo el cambio político de Suecia sobre los refugiados, este grupo de apoyos se ha reducido a las instituciones europeas y a la presidencia holandesa del Consejo. Incluso con una Francia paralizada por el ascenso del Frente Nacional y una Polonia que abandona su centralismo político en la UE, las dos relaciones bilaterales privilegiadas de Alemania en la política de la UE han fallado para implementar las políticas. Desde la caída del muro de Berlín, Alemania nunca había estado tan sola como ahora.

      El principal efecto de la desilusión con la hegemonía alemana en la UE se demuestra en su incapacidad para influir en la política exterior. Aun así, la clase política alemana continúa viendo la UE como el mejor marco disponible para la articulación y representación de sus intereses nacionales. Una Alemania fuerte y competente (la revisión de su política exterior concluyó en 2014) necesitará un entorno con mentalidad y contenido parecido al de la UE. Por tanto, cualquier posición de poder alemana sufrirá si la UE se debilita, es incoherente o incapaz de actuar.

      En este contexto, la habilidad de la Unión para gestionar colectivamente la crisis de refugiados es vista con intranquilidad desde Berlín. Los diversos conflictos de Oriente Próximo se han interrelacionado de manera creciente, mientras la capacidad de la UE para influir se ha reducido. Lo que Turquía decide y emprende está definido simultáneamente por su agenda nacional (y su correlación con la cuestión kurda), sus intereses en la región y la posición vis a vis con Irán y Arabia Saudí, sus dos mayores rivales, así como su estrategia hacia Europa y Occidente. Una política europea efectiva necesita ser capaz de reflejar y actuar con todas estas dimensiones si quiere influir en las políticas de Ankara.

      La nueva línea divisoria La principal transformación que sufre la UE yace en su estructura de poder. La división entre los Estados miembros integracionistas o intergubernamentalistas se ha convertido en intergubernamentalistas frente a soberanistas. La posición clásica integracionista ha desaparecido del pensamiento de los gobiernos de la Unión. Tal vez sobreviva en las oficinas de la Comisión o entre algunos miembros del Parlamento Europeo, pero ya no tiene seguidores en los actuales centros de poder, el Consejo Europeo o los jefes de Estado y de gobierno.


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