El suicidio está entre las quince primeras causas de muerte en el mundo; en concreto, en España los suicidios produjeron más del doble de fallecimientos que por accidentes de tráfico. Dada la estrecha relación entre la existencia de enfermedades mentales y trastornos psicológicos con el riesgo de suicidio, y la posibilidad de que determinados medicamentos pudieran convertirse en herramientas de suicidio accesibles o que se asocien con la aparición de ideaciones suicidas, se sugieren – al menos – tres líneas fundamentales de intervención desde la oficina de farmacia: educación social contra la desinformación, actuación para mejorar la adherencia al tratamiento farmacológico de patologías de índole psicológica o psiquiátrica y seguimiento farmacoterapéutico para detectar cualquier evento adverso – relacionado o no con el tratamiento – que pudieran relacionarse con ideaciones suicidas.
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