El presente ensayo analiza el juego de intercambio de retratos que tiene lugar en La vida es sueño (1635) del dramaturgo áureo Pedro Calderón de la Barca, escena dramática que apenas ha despertado interés académico hasta la fecha. Como analizo, el juego de retratos, más allá de ocupar un papel meramente anecdótico y lúdico, adquiere una notable centralidad y ambigüedad en el desenvolvimiento dramático de la afamada obra calderoniana. A partir de este ingenioso juego, los protagonistas Rosaura y Segismundo logran negociar con su propia identidad, asegurar su posición vital en el contexto de la sociedad cortesana y recuperar una identidad usurpada.
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