El cuerpo del hombre es un misterio. Somos cuerpo, y el cuerpo impone sus ritmos a nuestra vida. ¿Quién ha podido jamás descifrar los enigmas del cuerpo y de su ambivalente relación con el espíritu? El cuerpo nos contiene: estamos bajo su influjo y no acabamos de descubrir sus secretos mientras esperamos la muerte. Representa el lugar de frontera entre el ser y el tener, entre subjetividad y objetividad, entre absolutez y precariedad. Si observamos la historia de la reflexión sobre la corporeidad, tanto en filosofía como en teología, asistimos a una permanente oscilación entre intelectualismo y realismo, entre formas extremas de subjetivización del cuerpo e igualmente extremos intentos de objetivización del mismo. Vamos a repasar sucintamente la historia de esta doble tendencia en filosofía y teología. Luego pasaremos por la historia del arte como un primer laboratorio de conciliación de la dicotomía cuerpo/espíritu. Finalmente buscaremos en la ló- gica de la “encarnación” (en expresión de la cristología de Calcedonia) la estructura hermenéutica reguladora de la relación entre corporeidad y subjetividad, entre el yo y el otro, entre el hombre y Dios.
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