En la primera parte del artículo se intenta “resituar” las relaciones entre acción social y espiritualidad, cuestionando algunos de los tópicos que existen al respecto y subrayando que una buena espiritualidad es necesaria para una acción social plenamente respetuosa de la dignidad de las personas. En la segunda parte se señalan algunas actitudes de esta espiritualidad de la acción social, especialmente significativas en este momento de tanto sufrimiento humano, y se apuntan algunos rasgos de las mismas.
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