Hace años ya se insinuó que “el mercado” parece funcionar como una religión. Quizá el diálogo interreligioso debería abrirse e invitar también a los representantes del mercado mundial. Quizá se conseguiría que el mercado se abriese a determinadas preocupaciones mundiales hoy ausentes de su horizonte. Y quizá el diálogo interreligioso no solo tuviese repercusiones conceptuales sino también repercusiones económicas.
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