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Ante el fantasma de una Europa post-atlantista

  • Autores: Judy Dempsey
  • Localización: Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 31, Nº 176, 2017, págs. 26-29
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • La nueva administración en Estados Unidos es la última oportunidad para la unidad de los europeos. La alternativa es la defunción de Europa tal como fue concebida en el Tratado de Roma hace 60 años.

      Todos los líderes de la Unión Europea se enfrentan a una elección: o permiten que Estados Unidos y Rusia dividan el bloque - incluyendo su desestabilización - o asumen la necesidad de completar el proyecto que comenzaron 60 años atrás en Roma. Ese proyecto, apoyado por EEUU, consistía en poner fin a siglos de guerra, conflicto y desconfianza en el continente europeo. El proyecto no solo sobrevivió, sino que la UE floreció. Se convirtió en una increíble historia de éxito y capacidad de atracción para aquellos países que cayeron bajo el yugo del comunismo. Europa era un proyecto de libertad, prosperidad, seguridad y paz. Esos cuatro objetivos estaban anclados en la integración.

      El fantasma al que hacen frente los europeos hoy es que, por primera vez desde 1945, el líder de EEUU ya no ve el valor de Europa. El presidente Donald Trump quiere desestabilizar la UE animando a sus miembros a seguir el ejemplo británico al abandonar el bloque.

      "El cambio en Washington pone a la UE en una situación difícil: la nueva administración cuestiona la validez de los últimos 70 años de la política exterior estadounidense", escribió el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, en una carta dirigida a los líderes de la UE el 31 de enero antes de la cumbre de Malta. Merece la pena leer la carta, ya que Tusk señala abiertamente los mitos y engaños de varios dirigentes de la Unión y algunos líderes populistas cuando afirman que sus países estarían mejor si la UE se desintegrara. Ello "no conduciría a la restauración de una mítica soberanía plena de sus Estados miembros, sino a su dependencia real y fáctica de las grandes superpotencias: EEUU, Rusia y China", afirma Tusk.

      ¿Es eso lo que en realidad quieren el presidente de Hungría, Víktor Orban, quien recibió a Vladimir Putin el 2 de febrero, o la líder del Frente Nacional francés, Marine Le Pen, o la primera ministra británica, Theresa May? ¿Acaso no comprenden los dirigentes europeos que Europa se enfrentan a la inestabilidad si no resuelven los desafíos que Trump y Putin están lanzando al continente? Una inestabilidad demasiado peligrosa para tan siquiera contemplarla.

      Los europeos pueden responder a este reto de cinco maneras sencillas:

      En primer lugar, dejar de tratar la integración como un proyecto despreciable y elitista. La integración política y económica debe ser perseguida ahora de manera inmediata. Alemania, Francia y los otros países de la zona euro tienen la responsabilidad de empujar hacia delante. Con independencia de que todos los miembros de la UE apoyen una mayor integración o una Europa a dos velocidades, la integración debe ser una prioridad. En este sentido, es una buena noticia que diversos políticos moderados en Holanda, Francia y Alemania estén exaltando los valores de la UE en medio de las campañas o precampañas electorales en esos países. Aunque lentamente, algunos líderes proeuropeos están aprovechando el sentimiento presente en muchas asociaciones de la UE, dirigidas e impulsadas por voluntarios. Estos movimientos no quieren que las fuerzas populistas secuestren el discurso y rompan el futuro de la UE.


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