Las noticias sobre la presencia de los emperadores romanos en las grandes ciudades de la Península Ibérica son muy escasas. Sin embargo mediante la organización conventual, la extensión de la iconografía oficial, las mutaciones en el ámbito religioso, la extensión de la indulgentia del Princeps en el trato individual con cada comunidad y la generalización de los modelos urbanísticos, hubo una presencia real, casi constante en cada ciudad, del emperador y de su entorno. Esa intervención se haría evidente a partir del siglo II d. C. con el nombramiento de los curatores. El balance de los testimonios conocidos muestra que la condición de sede conventual no fue determinante para una mayor o menor relación con el emperador.
The presence of Roman emperors in the major cities of the Iberian Peninsula receives only very rare coverage. In every city, however, there was an almost constant physical presence of the emperor and his environment through the organization of the conventus iuridici, the use of official iconography, mutations in the religious sphere, the extension of Princeps’ indulgentia giving individual treatment to each community and the spread of urban models. These interventions would become evident in the second century following the designation of the curatores. An evaluation of the known evidence shows that the status of conventual city did not determine its relationship with the emperor, for better or for worse.
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