La creciente literatura aparecida en los últimos años sobre innovación ha producido multitud de definiciones y clasificaciones de la misma en las que se reflejan disciplinas y tradiciones de origen, así como compromisos teóricos y prácticos. Distinguir entre innovación de productos o innovación de procesos, o diferenciar de acuerdo con el grado de novedad de los resultados de la innovación (o la “intensidad” innovadora) son algunas de estas estrategias taxonómicas. Aunque los enfoques más clásicos sobre innovación han obviado sistemáticamente los aspectos sociales de la misma, recientemente ha aparecido una nueva categoría, la “innovación social”, etiqueta que engloba clases muy distintas de prácticas. En esta contribución analizaremos los distintos sentidos en los que se entiende la “innovación social” y defenderemos que una innovación apropiada ha de ser siempre una forma de innovación social.
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