Sobre un amplio territorio, el de Castilla y León, se encuentran abundantes testimonios culturales de la historia de los últimos milenios junto un patrimonio vivo que depende de poblaciones rurales en constante disminución. La débil ocupación humana de este territorio da relevancia a las iniciativas que se abordan desde las administraciones públicas. La pretensión de salvaguardar ese patrimonio cultural sólo mediante la creación de elementos de atracción turística choca, por un lado, con las propias tendencias reales del turismo y, por otro, con la escasa participación que se da a los habitantes de esas comarcas marginadas.
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