Desde tiempos remotos, todas las infraestructuras de transporte entre Granada y su costa se han desplegado a través de los valles de Lecrín y del Guadalfeo. En este itinerario, uno de los mayores obstáculos lo constituye el cruce del río Dúrcal. Su obligado paso ha dado lugar a que en un pequeño espacio geográfico se haya ido acumulando a lo largo del tiempo un rico y diverso conjunto de puentes, que ha consolidado a la localidad del mismo nombre como un enclave privilegiado para el Patrimonio de las Obras Públicas.
En este grupo sobresale un gran puente metálico, colocado en Dúrcal en 1924, pero no construido inicialmente allí. Se trata de una obra verdaderamente significativa por sus características técnicas, pero que también es excepcional por las circunstancias que dieron lugar a su traslado.
Efectivamente, el conocido popularmente como “puente de lata” es una de las obras españolas más representativas de la época de los puentes metálicos. Tal consideración se justifica por su original configuración estructural y por la excepcionalidad de sus procesos constructivos.
En paralelo a esta perspectiva, su génesis también tiene implicaciones para el conocimiento del sistema económico granadino del primer tercio del siglo XX.
Contemplada desde sus diferentes dimensiones, la historia del puente de hierro de Dúrcal se une al valor cultural intrínseco de una realización humana de más de cien años de antigüedad. Conocerla puede contribuir a afianzar su reconocimiento como patrimonio y fomentar su salvaguarda.
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