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Resumen de La obra escondida de fray Coello

Elisa Cepedano Beteta

  • En 1972 como si se tratara de un figurante de una obra de teatro, cuyo argumento desconocía, comenzó una nueva etapa de mi vida escolar, el primer acto en Padre Damián 34 (Madrid), el segundo en el CEU de Claudio Coello y el último acto se representó en la ETSAM de Madrid.

    Durante mi trayectoria profesional, he recordado como se ha ido escribiendo el guion y como habían sido los distintos escenarios. Anunciada la celebración del 50 aniversario del Colegio de los SSCC para 2016, pienso como esa Capilla, ha sido el decorado de tantos momentos de mi vida.

    Esta Capilla es obra de Fray Francisco Coello de Portugal, se asoma sobre una colina destacando sobre la línea del horizonte, pero es discreta, susurra y así, permanece escondida.

    Es un privilegio analizar esta obra, no desde los planos, sino desde la admiración y la experiencia, con una visión retrospectiva aderezada con la profesión de arquitecto.

    Se considera que el edificio más representativo de su obra es el Santuario de la Virgen del Camino de León (1955- 1961), con este proyecto recuperaba su primera vocación, su obra más querida, una primera obra con una ubicación establecida, la necesariedad de alojar un retablo; además el templo debía tener una vocación de llamada, misión que cumple el campanil y la fachada principal con la aportación escultórica de José Mª Subirasch. Fray Coello introduce el lenguaje del Movimiento Moderno, hecho que ya se había producido en la arquitectura religiosa europea y que en España adelantaban Oiza y Fisac.

    Si atendemos esa llamada silenciosa de la Capilla de los Sagrados Corazones terminada en Febrero de 1966, se percibe como algunos elementos a la Virgen del Camino se han trasladado a Madrid, un único volumen, su capacidad, la fachada, los materiales, las entradas de luz a la nave y al altar, inspiradas en Ronchamp, los huecos de la fachada Oeste, la ausencia de cornisas, esculturas de Subirasch; cuatro años después todos estos elementos dialogan entre ellos de manera más natural, no hay condicionantes previos, crea un espacio que cumple las necesidades para el culto, pero con una extrema delicadeza, pensando en las miles educandas que durante 50 años han procesionado por él.

    Como dice Juan Miguel Otxotorena en la presentación de las tres conferencias de Fray Coello en Pamplona, tenía presente: “…. la enorme responsabilidad de participar en la configuración del entorno para el despliegue de nuestra vida, y de la vida de las generaciones venideras.” El tratamiento de la luz, lejos de la oscuridad y la opacidad, la claridad de los paramentos, la disposición de los accesos y los confesionarios como si de un zócalo de madera se tratase, la convergencia de los muros laterales, la curvatura de la cubierta, la relación con la sala de la congregación escondida y callada, la articulación del espacio del coro como en la Capilla de las dominicas en Barañaín (1967), las estaciones del vía crucis integradas en el muro, todo contribuye a guiar la atención hacia el altar, sin intimidar, sin impresionar, creando un espacio confortable que ha estimulado la vida de tantas generaciones.

    Esta obra destaca por su vigencia como obra de arquitectura y funcional, su síntesis estética, por la modulación del espacio sin incluir recursos artificiales que, no es fruto de la austeridad eclesiástica como proclaman algunos estudiosos sobre la obra de este arquitecto, sino de su contemporaneidad y coherencia con el momento que se estaba viviendo en España en el ámbito de la arquitectura.

    Así lo refleja Tilopa van Pallandt, sobrino y colaborador, en la presentación del monográfico que la revista Documentos de Arquitectura dedica a Fray Coello que, con sus propias palabras manifiesta:

    “Los necios complican y los genios simplifican” y añade “yo creo que así llegaré a ser un buen arquitecto”.


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