Al igual que en otros muchos lugares, las huertas fueron parte esencial del paisaje urbano en Aguascalientes durante toda la época colonial, el siglo XIX y la primera mitad del XX. Este artículo reseña sus orígenes y concentra el análisis en la segunda mitad del siglo XIX, su época de mayor esplendor, cuando hicieron de Aguascalientes “la ciudad de las flores, los frutos y las aguas”. A partir del Plano formado por Isidoro Epstein en 1855 y de la recreación propuesta por Eduardo J. Correa en su libro Un viaje a Termápolis, se estudia el peso que tenían las huertas en la ciudad, su distribución por barrios, la gestión del sistema de riego, la medida en que definieron el proceso urbano y ciertos mitos asociados al cultivo de la vid. Hacen falta más estudios de caso para determinarlo con certeza, pero con 459 huertas con derecho a riego en 1883, la ciudad de Aguascalientes parece un caso singular, uno de los mejores ejemplos que hay en México de horticultura urbana. Para terminar, se propone una reflexión sobre la liquidación del sistema de huertas en el contexto de la industrialización de la ciudad, su acelerada expansión, la emergencia de nuevos hábitos de higiene y la explosión demográfica.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados