En 1802, el franciscano descalzo Mariano López y Pimentel, misionero de la provincia de San Diego de México, presentó al rey de España un plan profusamente elaborado con el que aseguraba se podría convertir a los millones de infieles nativos de América y Asia que aún esperaban ser salvados. El “Colegio de Misioneros Nacionales” albergaría a miles de niños nativos de ambos continentes, para ser formados como misioneros en su propia lengua. El proyecto parte de las dificultades que el fraile observó y cuestionó, en relación a los esfuerzos franciscanos practicados en las entonces llamadas Provincias Internas de la Nueva España y, para Asia, en la inspiración del padre Claudio Francisco Letondal, procurador de las misiones en China. El interés por el proyecto de López y Pimentel en este trabajo, radica en la percepción del fraile sobre la conquista espiritual en el norte novohispano, como expresión particular del contexto político de reproche a los efectos alcanzados en la conversión de los nativos.
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