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Los discursos del odio: una amenaza a la construcción democrática de la tolerancia

  • Autores: Consejo de Redacción
  • Localización: Revista de fomento social, ISSN-e 2695-6462, ISSN 0015-6043, Nº 285, 2017, págs. 5-27
  • Idioma: español
  • Títulos paralelos:
    • Le discours de la haine: une menace pour la construction démocratique de la tolérance
    • Hate speeches: a threat to the democratic a threat to the democratic of tolerance
  • Enlaces
  • Resumen
    • español

      Los discursos del odio estigmatizan a colectivos y minorías por cuestiones étnicas,políticas, sociales o religiosas buscando su denigración y provocando una desigualdad estructural, un juego de superioridad e inferioridad.

      La reacción jurídica ante los discursos del odio no es unívoca en la esfera internacional,donde pueden identificarse varios paradigmas diferenciados: el modelo americano, hiper�proteccionista de la libertad de expresión, donde sólo se reprenden las expresiones que conducen de forma directa a la comisión de delitos; el modelo Europeo, más proclive a censurar jurídicamente expresiones denigratorias gratuitas, que no contribuyen a la formación de la opinión pública, aunque no conlleven la comisión de delitos; y el modelo de los regímenes dictatoriales �a los que en este extremo pueden equipararse algunos Estados confesionales, sobre todo de tradición islámica� en los que el ataque a los símbolos ideológicos o religiosos constituye un ataque al propio Estado.En Europa hemos puesto recientemente el acento en los tipos penales ligados a la idea de apología del odio, que se han multiplicado en todo el continente y de los que la última reforma del Código penal español de 2015 constituye una manifestación proverbial. Sin embargo, la eficacia del derecho penal es precaria en este terreno, por lo difícil que es apreciar intencionalidad dañina en ciertas expresiones satíricas; por la cobertura que les presta el contexto artístico en el que a veces se producen; y por la tradicional consideración que tiene en la regulación de las injurias lo que sea o no aceptable según el uso social de cada época.

      En todo caso, el derecho aplicable en esta materia está en gran medida en construcción,�in fieri�; necesitado de grandes acuerdos internacionales y globales entre los Estados y las identidades culturales y políticas que conforman la comunidad internacional. Para esta tarea la necesidad de un pensamiento fuerte, de orden ético y político, es tan incuestionable como urgente si queremos evitar los efectos más dramáticos del choque de civilizaciones que hoy revivimos a golpe de atentados.

      En este punto nos parece esencial construir una idea de �respeto inclusivo� como pilar y conductor de la convivencia en sociedades cada vez más interculturales.Entendemos que el �estatuto de la tolerancia� no ha de limitarse al reconocimiento del respeto como valor cívico comprometido activamente con los derechos universales inherentes a todo ser humano. Ese es, desde luego, un prius que ya señaló la Declaración de la UNESCO de 1995 dejando claro que no se trata de elevar a norma una �tolerancia de la indiferencia�, esencialmente permisiva, sino que hay que partir de la exigencia del respeto de la dignidad del otro en el sentido que proclama el art. 1º de la Declaración universal de derechos humanos, según el cual Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.

      A partir de ese mínimo, la construcción del respeto tiene que ir más allá del mero reconocimiento del otro, de lo distinto, para caminar hacia la inclusión del otro desde una perspectiva más intercultural que multicultural, de modo que pudiéramos transitar de la ética pública de la tolerancia hacia el otro a la ética cordial del reconocimiento del otro, de un reconocimiento que persigue una integración cultural transformadora. Esta posición nos sitúa ante la exigencia de políticas públicas de reconocimiento de las minorías y la diversidad de identidades. Políticas públicas activas que comprenderían desde una educación en derechos humanos que sentase las bases de una ciudadanía intercultural hasta la atención de las víctimas de la violencia y la discriminación que nacen del odio y de la ignorancia.

    • English

      Hate speeches stigmatize groups and minorities because of ethnic, political,social or religious reasons, seeking their denigration and causing structural disparities,a game of superiority and inferiority. In the international sphere, the response of the legal system to hate speeches is not unequivocal and several different paradigms can be identified: the American model, hyper protective of freedom of expression, under which only expressions that lead directly to the commission of crimes are rebuked; the European model, more prone to legally censor gratuitous denigrating statements, which do not contribute to the formation of a public opinion, even though they do not involve the commission of crimes; and the model of dictatorial regimes � with which a number of confessional states can be equated, especially those with an Islamic tradition, in which the attack on ideological or religious symbols constitutes an attack against the State itself.

      In Europe, we have placed the focus on the types of criminal offences that are linked to the idea of hate speech, which have spread throughout the continent and of which the last reform of the Spanish Penal Code of 2015 is a proverbial manifestation. However, the effectiveness of criminal law in this area is precarious because of the difficulty in assessing harmful intentionality in certain satirical expressions; of the coverage provided by the artistic context in which they are often made; and of the traditional status in libel laws of what is acceptable or unacceptable according to the social use in each period.

      In any case, the law applicable on the subject is still being developed to a great extent, �in fieri�; in need of major international and global agreements between States and the cultural and political identities in the international community. For this task, the need for strong thinking, ethical and political, is as unquestionable as it is urgent if we want to avoid the most dramatic effects of the clash of civilizations that today we relived in the wake of attacks.

      At this stage, it seems essential to build an idea of �inclusive respect� as the pivot and guiding element for the coexistence in increasingly intercultural societies.

      We understand that the �status of tolerance� should not be limited to the recognition of respect as a civic value actively engaged with the universal rights inherent in every human being. This is, off course, a prius already pointed by the UNESCO Declaration of 1995, making it clear that it is not a question of converting the �tolerance of indifference�,which is essentially permissive, into a rule but it must be based on the need to respect the dignity of the other within the meaning of article 1 of the Universal Declaration of Human Rights, according to which all human beings are born free and equal in dignity and right, and they are endowed with reason and conscience and should behave one another in a spirit of brotherhood.

      From this minimum, the building of respect must extend beyond the mere recognition of others, of what is different, to move towards the inclusion of others from a more intercultural than multicultural perspective, so that we could move from the public ethics of tolerance towards others to the cordial ethics of the recognition of others, a recognition that pursues a ransformative cultural integration.

      This position makes us face the need of public policies for the recognition of minorities and the diversity of identities. Active public policies ranging from a human rights education that laid the foundations of an intercultural citizenship to the engagement of victims of violence and discrimination that arises from hatred and a lack of knowledge.

    • français

      Les discours de la haine stigmatisent des collectifs et des minorités pour des raisons ethniques, politiques, sociales ou religieuses,La réaction juridique face à ces discours de la haine n�est pas univoque dans la sphère internationale, où l�on peut trouveren cherchant leur mépris et en provocant une inégalité structurelle, un jeu de supériorité et d�infériorité.plusieurs paradigmes différenciés: le modèle américain, hyperprotectionniste de la liberté d�expression, où seuls les expressions qui mènent au fait de commettre des délits sont poursuivis; le modèle européen, avec une plus grande tendance à censurer juridiquement les expressions méprisantes gratuites, qui ne contribuent pas à la formation de l�opinion publique, même si elles n�impliquent pas forcément le fait de commettre des délits; et le modèle des régimes dictatoriaux �où l�on peut inclure certains États confessionnels, surtout de tradition islamique� dans lesquels l�attaque aux symboles idéologiques ou religieux constitue une attaque à l�État.

      En Europe nous avons dernièrement mis l�accent sur les types pénaux liés à l�idée de l�apologie de la haine, qui se sont multipliés dans tout le continent, dont la dernière réforme du Code Pénal Espagnol en 2015 constitue une manifestation proverbiale. Cependant, l�efficacité du droit pénal est précaire dans ce domaine, dû principalement à la difficulté d�apprécier une intention pernicieuse dans certaines expressions satiriques, mais également dû à la couverture fournie par le contexte artistique dans lequel, parfois, elles se produisent, ainsi que par la considération traditionnelle dans la régulation des insultes de ce qui est acceptable ou non selon l�usage social de l�époque.

      En tout cas, le Droit applicable dans cette matière est, en grande mesure, en construction,et il a besoin de grands accords internationaux et globaux entre les États et les identités culturelles et politiques qui font partie de la communauté internationale. Pour cette tâche, la nécessité d�une pensée forte, d�ordre éthique et politique, est aussi bien indéniable qu�urgent si nous voulons éviter les effets les plus dramatiques du choc entre civilisations que nous revivons aujourd�hui à coup d�attentats.

      À ce niveau là, il nous semble important de construire une idée de «respect inclusif» commepilier et conducteur de la cohabitation dans des sociétés de plus en plus interculturelles.

      Nous considérons que le «statut de la tolérance» ne doit pas se limiter à la reconnaissance du respect comme valeur civique activement engagée avec les droits universels inhérents à tout être humain. En tout cas, c�est tout de même un «prius» déjà signalé par la Déclaration de l�UNESCO en 1995, en montrant clairement qu�il ne s�agit pas d�élever en tant que norme une «tolérance de l�indifférence », essentiellement permissive, mais qu�il faut partir de l�exigence du respect de la dignité de l�autre dans le sens proclamé par le premier article de la Déclaration Universelle des Droits de l�Homme, selon lequel «Tous les êtres humains naissent libres et égaux en dignité et en droits. Ils sont doués de raison et de conscience et doivent agir les uns envers les autres dans un esprit de fraternité».

      À partir de ce minimum, la construction du respect doit aller au�delà de la seule reconnaissance de l�autre, de ce qui est différent, pour se diriger vers l�inclusion de l�autre à partir d�une perspective plus interculturelle que multiculturelle, de façon à ce que l�on puisse passer de l�éthique publique de la tolérance de l�autre à l�éthique cordiale de la reconnaissance de l�autre, d�une reconnaissance qui a pour but une intégration culturelle transformatrice.

      Cette position nous situe face à l�exigence de politiques publiques de reconnaissance des minorités et de la diversité d�identités.

      Des politiques publiques actives qui iraient d�une éducation aux droits de l�Homme, quiserait la base d�une citoyenneté interculturelle,jusqu�à l�assistance aux victimes de violence et de discrimination qui naissent de la haine et d l�ignorance.


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