Apertura, independencia y ambigüedad son los pilares de la política exterior propuesta por Emmanuel Macron. Su europeísmo es un catalizador para las reformas que tanto la UE como Francia necesitan y una plataforma para mantener el poder moldeador del país en el mundo.
Según la prensa más hiperbólica, Emmanuel Macron es todo lo que queda entre nosotros y el final de la civilización occidental. Tras la decisión de Reino Unido de abandonar la Unión Europea y la elección de Donald Trump, un presidente populista en Francia hubiera sido un tercer golpe que habría acabado con el orden mundial liberal. Se trata de un pensamiento apocalíptico, pero capta el estado de ánimo actual y carga un peso mayor que el habitual sobre un candidato presidencial aún no probado. Sin embargo, desde fuera de Francia se sabe poco de él, de su visión sobre el lugar de Francia en el mundo y de cómo dirigiría la política exterior francesa.
En justicia, no está claro que haya mucho que saber, ya que Macron tiene poca experiencia en política exterior. La mayoría de los políticos franceses suben al terreno fangoso de la formulación de políticas dos o tres décadas antes de hacerse populares. Macron, por el contrario, tiene 39 años y cuenta con una experiencia limitada: antes de las presidenciales, nunca fue elegido para un cargo y solo entró en política (como asesor del presidente François Hollande) hace cinco años escasos. Su único puesto político fue un breve periodo como ministro de Economía de Hollande entre 2014 y 2016.
En Francia, la política exterior es fundamental para la identidad nacional y el presidente tiene amplia autoridad en materia de defensa. Por tanto, la inexperiencia de Macron significa que necesita tranquilizar al electorado en cuanto a su capacidad de dirigir la seguridad nacional. Tal vez por esta razón, Macron se ha unido a un miembro clave del gobierno de Hollande, el ministro de Defensa Jean-Yves Le Drian. También ha anclado explícitamente su política exterior en el llamado "consenso gaullo-mitterrandista"; es decir, la sabiduría dictada por los expresidentes Charles De Gaulle y François Mitterrand.
Al seguir estos dos ejemplos, Macron no dedica mucho tiempo a las cuestiones soft (blandas) de política exterior que están de moda en el centro-izquierda, como la gobernanza global y la ayuda al desarrollo. Durante la campaña, Macron, cuyos antecedentes son de política económica, ha hecho cada vez más hincapié en los asuntos de seguridad, afirmando su voluntad de actuar con determinación en el exterior para defender los intereses franceses. Este enfoque tan difícil de defender le ayuda a transmitir la sensación de que no es un inmaduro. De hecho, Macron ha establecido un programa de política exterior que busca al mismo tiempo la seriedad y la solidez. Como es habitual en los candidatos presidenciales, su programa internacional no está completamente formado; es largo en la retórica y corto en las opciones políticas. Pero más allá de la retórica es posible encontrar tres pilares conceptuales básicos de los que se deriva todo lo demás ...
Apertura Macron tiene una visión del mundo en la que el cambio acelerado y las interconexiones cada vez más densas son las únicas constantes. Francia, por el orgullo de su historia y sus logros, no puede alejarse del mundo y quedarse esperando a los cambios que se suceden a su alrededor. Además, la retirada del mundo se contradice con la identidad de Francia como país que ambiciona dar forma al contexto mundial. Por el contrario, debe encontrar la manera de permanecer abierto y prosperar. Hay optimismo en esta cosmovisión: Macron ve "un mundo de amenazas y oportunidades". Francia tiene importantes activos: una población dinámica, un sector exportador fuerte, un estatus internacional y un poderoso ejército. Esto significa que el declive de Francia puede revertirse, pero solo será posible con un líder capaz de motivar las reformas necesarias en las estructuras del país y preservar el tipo de apertura que lo fortalecerá de nuevo.
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