El autor de esta colaboración profundiza en una posibilidad que nos orienta a ser protagonistas en la construcción compartida de un presente más fraterno y auténticamente plural. El símbolo guadalupano se ofrece como un modelo que puede ayudar a mejor vivir el momento pastoral de la Teología. El suceso guadalupano sigue acaeciendo y analógicamente nos abre y propone una serie de fecundas precisiones, sugerencias e interrogantes. En tanto símbolo, del cual la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe es su elemento nuclear, plasma e incentiva a encarnar una pragmática evangelizadora. Una dinámica de diálogo, inculturante e inculturador, que anima a dejar empapar lo propio por el Amor Salvador; y a compartirlo, como pueblo, con una actitud cordial y misericordiosa, y dando lugar a lo ajeno y al mestizaje.
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