En 2006, el premio nóbel Shinya Yamanaka logró reprogramar células cutáneas para transformarlas en células madre parecidas a las embrionarias, con capacidad de convertirse en cualquier otro tipo de célula del propio organismo.
Las células prometían ser de gran ayuda para la medicina regenerativa. Con ellas se podría crear cualquier tipo de célula necesaria para el tratamiento de una enfermedad, con lo que se evitaría el rechazo inmunitario. Además, permitirían dejar de lado las preocupaciones éticas sobre el uso de células derivadas de embriones.
Sin embargo, diez años después, las expectativas han cambiado debido a las dificultades que ha planteado la aplicación de esas terapias. La reprogramación celular se ha convertido en una importante herramienta para modelizar e investigar enfermedades.
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